sábado, 9 de diciembre de 2017

EL PRAXINOSCOPIO DE ÉMILE REYNAUD

Hace una semana escribía sobre los inventos victorianos que desembocaron en el precine, concretamente sobre el zootropo de William Horner, y hoy quiero seguir hablando de otros inventos más modernos que acercaron mucho más el movimiento de las imágenes fijas a los espectadores de la época.
El gran hombre que hizo avanzar la técnica en los años setenta (de hace dos siglos) fue el francés Charles-Émile Reynaud, que formó la conjunción perfecta entre la mecánica (su padre era relojero) y las artes plásticas (su madre era pintora de acuarelas). En aquella década, y concretamente en diciembre del año 1877, Reynaud patentó el praxinoscopio; una versión mejorada del zootropo que consiste igualmente en un tambor giratorio con una banda de imágenes fijas sucesivas en su interior, con la diferencia de que en este se encuentra un juego de espejos en el centro. Al hacer girar el tambor, las imágenes parecen cobrar vida en los espejos.

Los artistas de Antiquus, Viejos Ingenios me enviaron hace unos días uno de sus modelos de este bonito juguete óptico, con concreto el modelo mini Circus azul, que va bellamente decorado con varias escenas circenses del siglo XIX y principios del XX. Y con él he podido apreciar realmente el avance que supone en cuanto a la captación del movimiento en nuestras retinas. Una pasada.

Reynaud mejoraría su invento en 1879, que rebautizó como praxinoscopio-teatro. En él, las imágenes en movimiento se contemplaban reflejadas en una especie de proscenio teatral en miniatura y se superponían sobre decorados proyectados con el método de linterna mágica, que constituían un fondo sobre el cual se movían las figuras. Era la antesala a las proyecciones de públicas, algo con lo que se obsesionaría en los años venideros hasta crear el teatro óptico -del que hablaré en profundidad en otra entrada, pues ahora tengo que irme (no sin antes dejaros unas cuantas fotos del mencionado modelo de praxinoscopio realizado a mano por Antiquus).


Bola extra: Es tiempo de recomendar el cortometraje Impromtu (2017) de la amiga María Lorenzo, que es un homenaje a ese tiempo que funciona como antesala del cine tal y cómo lo conocemos. El film está preseleccionado para los Goya.

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